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Las gotas de perfume deben ser tan sutilmente aplicadas que dejen tan sólo un halo de misterio. Un nombre o una marca de perfume no se deben percibir. Para ello, basta con impregnar ligeramente las muñecas y el lóbulo de la oreja, porque la persona bañada en perfume es una vulgar publicidad ambulante, anegada en algo que ya no es su personalidad.
Comprar un perfume no es fácil, y tampoco sustituirlo por otro. No se debe pretender adquirirlo con la misma idea que cuando se busca un bolso o unos guantes. Hay que saber que el perfume no se huele directamente del frasco. Si la vendedora nos hace las pruebas en la mano, a fuerza de repetirlas parecen embotar nuestro sentido olfativo, que ya no será capaz de percibir los matices de los diversos aromas. En este caso se irá a escogerlo en dias distintos, a menos que, con suerte, hayamos encontrado pronto el que necesitamos.
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