Cierto es que el Agua de Colonia se convirtió en una herramienta imprescindible para el cuidado personal en 1806, cuando Jean Marie Farina, heredero de la fórmula del aqua mirabilis de Jean-Paul Feminis, abrió en la célebre Rue Saint-Honoré de París una casa de perfumes en la que elaboró su propia agua de Colonia. Una mezcla ya célebre de limón, bergamota, neroli (esencia de flores de naranjo), romero, tomillo y mirto destinada a conquistar a la alta burguesía, a los intelectuales y a los artistas de la época e incluso al mismísimo Napoleón Bonaparte, que encargó a Farina una botella de cristal verde y de forma alargada que el emperador desde lo alto de su caballo podía resbalar fácilmente en la bota beneficiándose de su frescura.
Pero fue en 1862, cuando llegó en mano de otros herederos, Armand Roger y Charles Gallet, que el agua de Colonia se convirtió en un icono de la moda y de la belleza del tiempo. La exposición “Roger&Gallet: el arte del perfume de 1862 a nuestros días” – que se podrá visitar en el Museo del Traje de Madrid hasta el próximo 3 de octubre – cuenta la historia de esta legendaria casa de perfumería parisina y a través de ella de sus fragancias románticas y florales que poco a poco, segundando los nuevos gustos y los nuevos hábitos de sus clientes, se hicieron más complejas y exóticas.
Decenas de jabones, cajas, miniestuches para el viaje, tarros de crema, maquillaje y sobre todo carteles publicitarios y frascos de perfume en los que se expresó la elegancia y la creatividad de dos artistas símbolo del Art Nouveau como Alfons Mucha y el maestro vidriero y joyero René Lalique, que dio forma a esencias históricas de la casa Roger&Gallet como Cigalia, Psyka, Margaritas, Narkiss, Pavots d’Argent, Partir y Le Jade.
La muestra incluye también algunas de la las líneas de productos perfumados – entre ellas, los estuches, los jabones, el agua de Colonia y el extracto de “Piel de España” – que la casa Roger&Gallet realizó para los Grandes Almacenes El Siglo, un edificio de 1878 y de siete pisos de altura ubicado en la antigua Rambla dels Estudis, que se convirtió en todo un símbolo de la riqueza y de la potencialidad mercantil barcelonesa y que abrió el camino también en España a estas fragancias tan de moda en toda Europa.
En esta exposición, comisariada por Catherine Chevallier y hecha posible gracias al esfuerzo de varias generaciones de empleados de la casa que han conservado y preservado estas auténticas joyas de la perfumería moderna a lo largo de los años, se puede observar cómo la exigencia del cuidado personal se ha convertido poco a poco – también bajo los impulsos de lo que hoy llamaríamos marketing – en moda, belleza, elegancia, pero también en cultura y arte.
No son los maravillosos cofres, los elegantes frascos y los entrañables pintalabios rojo cereza que dejan un sabor a violeta en los labios – que sin duda merece la pena mirar de cerca. Es más bien todo lo que estos objetos representan o han representado para generaciones de hombres y sobre todo de mujeres. Una manera diferente y no necesariamente frívola de mirar a los últimos dos siglos de historia. http://buscatuperfume.blogspot.com/
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